I
Tres de la mañana y el chat del feis está desierto. Me agrada saber que hay personas que valoran sus horas de sueño, que muchos de ellos pueden soñar, que tienen algo que hacer mañana por la mañana que les impide desvelarse demasiado. Lo triste, más bien lo patético, es quedar tu solo, como en medio de una fiesta extinta, mirando los restos del naufragio con medio vaso de cerveza ya sin gas en la mano, sin tener más remedio que dar un vistazo a tu alrededor para darte cuenta que todos se han marchado, que eres el único que no tiene una vida. Ya lo dice Homero respecto a los lectores de Harry Potter: adultos tristes y solos. En esta situación, tan puntual descripción calza perfectamente: adulto entrecomillado que vive entre paréntesis, mirando la vida de los demás en el feisbuc a las 3 de la mañana.
Tres de la mañana y el chat del feis está desierto. Me agrada saber que hay personas que valoran sus horas de sueño, que muchos de ellos pueden soñar, que tienen algo que hacer mañana por la mañana que les impide desvelarse demasiado. Lo triste, más bien lo patético, es quedar tu solo, como en medio de una fiesta extinta, mirando los restos del naufragio con medio vaso de cerveza ya sin gas en la mano, sin tener más remedio que dar un vistazo a tu alrededor para darte cuenta que todos se han marchado, que eres el único que no tiene una vida. Ya lo dice Homero respecto a los lectores de Harry Potter: adultos tristes y solos. En esta situación, tan puntual descripción calza perfectamente: adulto entrecomillado que vive entre paréntesis, mirando la vida de los demás en el feisbuc a las 3 de la mañana.
II
El feis ofrece varias ventajas sumamente tentadoras. Es el medio que te permite contactar a banda que difícilmente -lamentablemente- puedes ver en la vida real, te brinda una buena manera de matar el tiempo muerto y de algún modo te acerca a aspectos chuscos o más íntimos de las personas. Pero también es una especie de trampa, una muy seductora, con ese don de los encantadores de serpientes, que te brinda la reconfortante sensación, remedio mágico de tres pesos, de imaginar que no estás tan solo como parece, aunque al salir y apagar la compu te das cuenta de lo desierta que ha quedado esta reunión. El feis te permite cruzar un saludo de dos líneas -a menudo de una economía verbal más rígida que eso- con personas que te importan, que estimas y que se encuentran muy lejanas espacial y temporalmente; te permite el consuelo estúpido de verter un poco de rencor social y entrar a un grupo para odiar al pri o al perro de calderón, o jugar al ecologista chairo y suscribir la noble causa de proteger los arbustillos de una de las 17.508 islas del archipiélago indonesio... ¿y?
Mirar y ser mirado. ¿Voyeurismo tecnológico? ¿Big brother edición bolsillo? En términos sencillos el feis se reduce al viejo juego de ver y ser vistos, y con un poco de suerte de ver sin ser visto; pero cuando hay cosas que prefieres no ver, y cuando no hay mucho interés por verte, entonces el gran invento pierde sentido. No negaré que le debo al feis elementos fundamentales de mi existencia, como descubrir que moriría cuando se diera un ataque de zombies, que si fuera un monito de 31 minutos sería guaripolo o las frases de juanga. Qué decir de la imprescindible colección de regalos chairos, de los regalos chafas, de los intelectuales donde salía yoda o de las ilustrativas estampas de la vida pipope con su aficionado chillón del puebla y su rechazado de la buap. Todas y cada una dieron sentido a mi vida durante un buen rato, eso que ni qué.
III
Ahora por fin me he armado de valor y he cerrado el feis, en un arrebato de decisión muy poco común en mí, y hacerlo ha resultado un experimento sumamente interesante. Todo el tiempo pensé en un cuento de Richard Matheson -el guionista de Twilight zone- en el que un hombre, sentado en una típica cafetería gringa, en la típica tranquilidad sosa de las cafeterías gringas, escribe nerviosamente en una pequeña libreta, mientras se enfría una taza de café a su lado. En un instante, la mesera voltea y encuentra el asiento vacío, y sobre la barra la libreta abierta, la pluma y la taza exhalando los últimos restos de humo. Al leer las notas escritas por aquel desconocido se encuentra con el testimonio de la locura. La escritura, de trazos rápidos y desequilibrados, cuentan cómo, por misteriosos sortilegios, han ido desapareciendo las personas en la vida de aquel que escribía, esfumándose sin dejar vestigio alguno tras de sí. Como se adivina, la narración se interrumpe abruptamente en medio de una línea que queda en el aire. El hombre desapareció.
Así fue cerrar el feis, una existencia alterna al plano de lo real, que se desarrollaba con amigos y bromas y semiconversaciones y fotos, donde de repente, por similares sortilegios, se ha agotado de un segundo para otro. Se borraron los comentarios que tan sólo unas horas antes había puesto en las páginas de los amigos, se fueron las fotos y las bromas; simplemente yo nunca existí. Y mañana, cuando esas personas entren a su perfil, todo será exactamente igual, pues ni siquiera ha quedado un cuadernillo con una historia a medias ni la taza de café. Imagino que mañana nadie recordará que hubo un tal daniel ireneo morris que comentó tal o cual cosa estúpida, mañana no habrá ausencia, pues ni siquiera quedó un hueco que le recuerde.
Es impresionante, una desaparición que tiene tintes de suicidio y de amnesia estilo eterno resplandor... No es como las desapariciones chafas que ocurrían en las fotos cuando Michael J. Fox alteraba el pasado en las pelis de volver al futuro, esas donde quedaba el espacio vacío de la persona en la instantánea familiar. Se parece más -con las debidas proporciones- al testimonio que le escuché a una señora en el campo de la ESMA (Escuela Superior de Mecánica) de lo que le sucedió en tiempos de la dictadura argentina. La mujer contaba cómo, ante la vista impotente de los compañeros de laburo, los esbirros secuestraron a uno de ellos, arrojándolo al piso de un ford falcon, huyendo a toda velocidad. Días después, cuando la mujer comentó el hecho con los compañeros que también habían presenciado el hecho, todos la miraron con una cara que decía "¿pero de qué mierda estás hablando?". "¿Miguel? ¿Cual Miguel? Aquí nunca trabajó nadie con ese nombre". Eso es desaparecer.
IV
Vaya, mi café se enfría. Vencer la lógica de lo que suponemos debe ser. La noción de que algo desaparezca es simplemente insoportable, pues aterra pensar que en cualquier momento nos puede suceder a nosotros. Es más temible que la idea de la muerte misma, pues del muerto se conserva una memoria y de quien desaparece al estilo feis, al estilo eterno resplandor, al estilo Matheson, no. ¿Y si en realidad eso fuese posible? ¿Si alguien al voltear la esquina delante de nosotros, al salir de nuestro espectro visual, simplemente se esfumara en el aire sin dejar un pasado detrás? ¿Y si alguien desapareció de la mesa de un café en la esquina de Córdoba y Callao? ¿Qué haríamos frente a un Ireneo Morris, cuyo avión desaparece en pleno vuelo? ¿Cómo podríamos soportar tal aberración, sin qu
jajaja! gran final
ResponderEliminarDan! Hay un cuento de la Calle Broca que se trata de cómo el mundo "se desaparece" a causa de una sustancia mágica que pertenece a una bruja simpática. Digo "se desaparece" porque literalmente desaparece de sí mismo y se transporta a otro mundo, inexplicablemente lejano y cercano. Ahí, todos se reencontraban. Todos los que habían desaparecido del otro mundo. Invisibles para el mundo que dejaron, pero visibles para el nuevo mundo al que pertenecen.
Como una de las tantas pródigas del face te puedo decir que ahora los comentarios que te topas de cara a cara saben más rico. Tienes más amigos que los que el sistema te indica y te alejas de aquellos que, por diplomacia, aceptaste en un momento de redención.
Yo sí me acuerdo de ti. Lo sigo haciendo. Aunque hace mucho que haya dejado de ver tu perfil.
Te mando abrazo grande!
Karla
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPequeño error en la publicación anterior. Va de nuevo.
ResponderEliminar***
No desaparecer, sino cambiar de nombre y apellido, cambiar de casa, de cama, de ropa, de zapatos. Cambiar el corte de cabello, dejarse la barba o rasurarla, no voltear al escuchar aquel que un día fue tu nombre. No desaparecer, sino volver a empezar en otro lado, donde nadie te conoce, donde no hay nada que perder porque no hay nada a secas.
Ánimo vato, quien quiera que seas, y que yo sea. Quien quiera que seamos.
pues le tengo malas noticias mi danielillo, conozco un conjuro infalible para que, en lugar de desaparecer suceda todo lo contrario, solo necesito repetir tu nombre tres veces y como de magia se trata, en cuestión de segundos te me apareces.
ResponderEliminarSi, me lo fusilé de beetlejuice :S pero como escuché en otra película, solo falta desearlo con sinceridad para que suceda, y eso puedes darlo por hecho.
desde aqui un abrazo desvelado para un amigo inolvidable, se te quiere mi danielo
chau
atte
CHELA
jeje... muy buen relato, pero siento decepcionarte mi querido Daniel... las desapariciones del feisbuc son "aparentes"... tus datos, tu nombre, tu cuenta de correo, tus comentarios (propios o impropios) siguen ahí codificados binariamente... por ahí en la red dicen que hay una aplicación que te permite "suicidarte" en el feis... dicen que borra todo pero, no hagas caso... son rumores...
ResponderEliminarUn beso
Dicen las personas mayores que en "sus tiempos" todo consistía en romper con el mundo y aparecer en otro (Se largaban de su casa y se iban a hacer la vida a otro lado: por eso los matrimonios múltiples y los hermanos perdidos) Nuestra nueva forma de rehacer la vida, ya que las conexiones con el mundo ya trascienden el espacio, depende de un oportuno nickname, de un cambio de red social, de aliarse a un grupo o a otro en el feis y esto cambia la personalidad o el carácter de los que te "rodean". Tal vez un suicidio virtual permita recuperar la vida real camarada... Un abrazo de verdad virtual. Chau.
ResponderEliminarUps, me acabo de dar cuenta que no existes más en el feis, ni modo, no me queda más que visitarte por acá.
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