martes, 18 de mayo de 2010

palabras al viento

Tarde de viento, de ese que barre recuerdos.

¿Qué queda de nosotros,
si cuando se pone ese sol que ya brilló una vez,
cuando se instala la suave obscuridad de la tarde,
nuestras palabras han perdido todo sentido?

Tras el vendaval, escarbo en los papeles regados aquí y allá, esos que se amarillaron en el correr de los años y que ahora resultan tan ajenos, tan carentes de sentido. Cuentan historias en lenguas ya olvidadas, incomprensibles, con palabras que ahora están tan huérfanas. Por eso en los códices las palabras son vírgulas suspendidas en el aire, porque están hechas para volar, para que cuando todo se vuelva mentira tan sólo se pierdan en el viento, como pajarillos tristes que emigran al sur para jamás volver. 
Que absurdo es intentar encarcelar palabras de promesas y de sueños en rejas de papel, para que no se escapen, para que perduren. Se quedarán ahí, es cierto, en las sombras de una cajita donde no conocerán el tiempo, pero afuera la vida sigue, y esas pobres palabras no se enterarán de lo inútiles que se han vuelto, hasta que un día, uno demasiado tarde como éste, alguien abra la cajita y las libere, y será tan triste para ellas descubrirse en sus trajes roídos, recordarse tan vivas como flores de colores y verse ahora decrépitas y marchitas. Se preguntarán cómo pudo haber pasado, cómo, si apenas hace un instante estaban tan llenas de esperanza. ¿Cómo? ¿Donde está la mano que las escribió? ¿Quien las dejó caer? y dará pena verlas bajar la mirada, avergonzadas de lo que alguna vez fueron.     
Por eso aquellos que son listos saben que cuando el demasiado tarde llega, lo único que queda por hacer es prender fuego a las prisiones, dejar que las promesas ardan en la pira de un acto de fe, para que las palabras se eleven con el humo y vuelvan a ser libres de volar, hasta perderse en cielos del pasado, de donde nunca debieron haber salido.  

jueves, 13 de mayo de 2010

entre las llamas















El amor es ese país siempre tercermundista. Una república sujeta a dictaduras y a cracks financieros y a revoluciones y a sequías y a epidemias. Un reino donde tarde o temprano hay un terremoto, donde siempre alguien saldrá caminando por entre las ruinas y las llamas, sin poder entender qué es lo que ha sucedido y por qué a mí ¿eh?



Fresán, Los jardines...

martes, 4 de mayo de 2010

por el Monsi, bohemios

Tiene fibrosis pulmonar, esa puta enfermedad crónico degenerativa que más tarde o más temprano habrá de costarnos su vida. Costarnos, sí, a quienes lo leen y a quienes lo ignoran, a los que se han paseado por el Estanquillo y a quienes sólo saben que su nombre es uno de los más extraños de los que a veces salen en la telera hablando de cosas incomprensibles. Nos costará a todos porque, como lo fue Alfonso Reyes en su momento, como sucedió con Cosío Villegas y chance con el pesado de Paz, Monsiváis es y ha sido el más lúcido, el de curiosidad más despierta entre los intelectuales de los últimos treinta años, y entre ellos, tal vez el de mayor integridad política, con lo difícil que es eso.
Pero nos costará sobre todo porque, desde Salvador Novo, nadie ha sabido relatar nuestros tiempos como el Moncho, con nuestras miserias y fracasos y películas de oro y boleros y glorias efímeras. Sin él la memoria de lo cotidiano se quedará sin nadie que la cuente. Cuando parta nos quedaremos sin nuestro mejor cronista, y además sin uno de los tipos más emblemáticos en las batallas más caras de la izquierda. ¿Ahora quién podrá defendernos contra la derecha siempre obtusa, contra el PAN, contra el desquebrajamiento del estado laico y la amenaza a las garantías individuales? ¿con quien brindarán los tres gatos del por mi madre bohemios? ¿quien le pondrá al lenguaje su traje de domingos? ¿quien pepenará chácharas en la Lagunilla para enseñarnos nuestra vieja cultura popular? 


*

Esto no pretende ser un homenaje ni mucho menos, que es sólo el ramplón blog de un cualquierpendejo. Ni siquiera de uno listo, porque muy a menudo, de cada tres palabras que le leía al Monsi desconocía dos, como en un subtítulo que le recuerdo, de un trabajo sobre el México de los 40, que decía "ínclitas razas ubérrimas". Vaya tipo genial. Tampoco intenta ser una hagiografía ni ninguna payasada similar. Es sólo que a este cualquierpendejo el duele pensar que, como sucedió cuando se retiró el don que vendía los periódicos en la esquina de mi vieja calle, cuando no tengamos a Monsiváis habremos perdido a alguien que nos hacía buenos, que nos dignificaba como sociedad.
Hoy cumple 72 años y se anuncia mejoría en su salud, pero la fibrosis, como la espada de Damocles, pende sobre él. Larga vida a ese gran tipo que es el Moncho, en presencia y en la letra, que lo fugitivo permanece. 


  *Estupenda obra del Mother/Monkey collective: