domingo, 28 de junio de 2009

la multitud errante I/II

Ni hablar, no queda otra que arrancar una nueva mudanza. Siempre he pensado que eso de mudarse es una práctica natural para el chilango, que la mayoría de los nativos del de efe -la mayoría jodida, claro está, que no tiene más que el petatl donde duerme- debe estar acostumbrada a trajinar, cada determinado tiempo, con sus triques y sus proles hacia un nuevo hogar. De algún modo, se me hace que por cierto atavismo, los chilangos estamos condenados a repetir ad nauseam el itinerante vagar en estas tierras en busca de un asentamiento, tal como lo hicieron los chilangos primigenios en pos de la tierra prometida, donde estuvieran el águila y la serpiente según se inventaron después, pero en realidad en pos de un lugar donde no los echaran. Siete u ocho siglos después -para exactitud de fechas consultar a un historiador, que yo estoy exento de esas vainas- la chilanga banda continúa el peregrinar, de Azcapotzalco a Texcoco, de Coyuacan a Chalco, de Tacuba a Xochicalco y anexas, cada vez que el contrato de su departamento ha caducado, que se busca gastar menos de dos horas de transporte colectivo entre la casa y el trabajo o escuela, o simplemente cada vez que el casero de buenas a primeras te lanza. Así, agarras tus chivas y te encomiendas al dios huitzilopochtli (¿raíces de mi naturaleza chaira acaso?), para anotar un nuevo episodio en la tira de la peregrinación personal.

Supongo que esta sensación me viene de familia. Como tantas, como todas, mi banda se origina en las migraciones de la gente del campo que, escapando a la miseria rural, se inscribe en la miseria urbana de la gran capital de las primeras décadas del XX, apenitas después de la Revolución. La memoria se remonta a la bisabuela María Manuela, mujer nahuatlaca, de duro talante y mirada tristísima, que habiendo nacido en Acajete, Puebla, se me fue a casar allá por Veracruz. Tras algunos años de matrimonio y madriza, como mandaba el canon, una madrugada emprendió la graciosa huida con dos hijos propios y una endilgada (personaje de un futuro post), que el marido había tenido con una jarocha y después se la llevó a Manuela (hágame el cabrón favor), como también mandaba el canon. La bisabuela, apenas bilingüe, analfabeta y con tres lobeznos, llegó al defectuoso en los tiempos de mi general Elías Calles, con una mano atrás y otra adelante, a refugiarse en casa de una comadre donde a los tres días empezó a apestar. Cuenta la memoria oral que, desesperada y sin un quinto partido por la mitad, doña Manuela se sentó a llorar en la calle, y que la gente al verla tan desgraciada le tiró alguna moneda. La bisabuela pensó, si por no hacer nada me dan alguna ayuda, mejor vendo algo, y así comenzó a vender naranjas en una acera. Con los años el negocio progresó y cambió de giro, hasta vender dulces a la salida de un cine. En aquellos años de miseria, la bisabuela y sus chamacos cambiaron de residencia en varias ocasiones, de cuartito en cuartito y de vecindad en vecindad.

Corrieron las aguas del río, mi abuela Nata creció y un buen día tuvo que retirarse de los salones de baile a los que era fiel devota, al caer presa del matrimonio. Mi vieja, que era el azote de las pistas al compás de Pérez Prado, de Acerina y su danzonera y de Luisito Alcaraz, se fue a vivir con su respectivo -que por las cochinas ironías no gustaba del baile- a los rumbos de la colonia obrera, la “pobrera” pa' los cuates. Enclavada en el primer cuadro de la ciudad, la pobrera era una de esas colonias que los currutacos y petimetres porfirianos cedieron al leperaje, tapizada de vecindades de quinto patio, niños panzones y perros famélicos. En esta colonia, tan parecida al callejón del Cuajo de los Burrón, tan cantada por el buenazo del Chava Flores, el matrimonio y su creciente prole recorrieron varias moradas, que por no tener a mi vieja a un lado en este momento me veo imposibilitado de detallar. El chiste es que andaban del tingo al tango pues.

8 comentarios:

  1. Comparto con Areli, un placer leerte. Casi se me sale una lágrimilla pensando en la historia de mis abuelos y añorando esas mis calles, chale.
    En fin, antes de ponerme melancólica te mando un saludo y buena suerte a los dos en la mudanza!

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  2. jejejeje, la tercera es la vencida!! Perdón, es que en cada lectura encuentro una falta de ortografía.
    Primero que nada mi queridísimo, un gracias más por hacernos leer posts tan crónicamente divertidos -entiéndase "crónicamente" como de crónica y de recurrente-. Es bien curioso cómo, en aquello de la vivienda tú y yo tenemos historias tan divergentes. Yo, pese a haber vivido mucho más pobre que tú, soy de raíces, y mi familia también. Viví en la misma casa toda la vida y le entré a aquello del peregrinaje ancestral recién me vine -oh la casualidad!!- al deefe. Por lo demás, la historia de tu abuela me encanta, me encata el deefe que vivió (aquel que tanto croniconea nuestro máximo ídolo en la vida el Moncho). Me encanta su álbum de fotos y la foto con su vestido de los cuarenta.
    De tu bisabuela, sé dos cosas (y una tercera, incómoda, jejeje):
    1. Que siempre ponen su foto para los concursos de ofrendas.
    2. Que tus pómulos prominentes son tu legado nahuatlaca -que afortunadamente se disimula por tu pelo ondulado y piel clarita-.jajajajaja!!
    3. Que parece que la historia de la bisabuela -con su bilingüismo y su raíces nahuas- hubiera quedado sepultada para siempre en tu familia, de no ser por el estudiante de historia que, en uno de sus ataques chairos, reviviría una historia qué es más común entre los mexicanos de lo que los mexicanos quieren (piénsese en la súper recurrente frase de celebración: "¡y salió güerito!!").
    Un placer querido, un placer leerte y comentarte sabiendo que aguantas mi siempre entrometida y pasada de lanza opinión...
    Besos

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  3. Ay Ay Ay Ay Ay.....
    ¡Las oleadas de creatividad pasan soplándote el cabello!

    Me gustan tus relatos y, más aún, tu estilo Querido Camarada.
    Alguna vez, para atraer la atención de mis alumnos de secundaria (sin la necesidad de usar un escote pronunciado como decía la buena de Nalis), me puse a "croniquear" con los escuincles. La verdad es que sólo les dije muchas cosas que yo hubiera querido oír a su edad (afortunadamente, yo no había sido invadida por el "pachangón" y "la muchachada" como un código de batalla generacional) y busque ensalzarlo con una historia al estilo de la picaresca española.
    Funcionó. Y la enseñanza kodak de ese evento, Camarada, fue que tras cinco años de debatirme con los Géneros Literarios en la H. Facultad de Filosofía y Letras, apenas en aquel salón fresky de clases (en el que yo era la rockstar junto al pizarrón) entendí el poder de la crónica.
    Ahora te leo a ti:
    ¡¡¡Móndrigo que tienes talento!!!
    Abrazooo

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  4. la vieja abuela maría manuela no se olvida...
    lo dicen los ojos de mu abuela que, aunque ahora se encuentren más tristes que nunca, cada vez que habla de ella, expresa el verdadero heroísmo en una ciudad llena de esperanzas y vida nueva...
    joven, no queda más que agradecer el no ver pasar ratas enormes por la orilla de un techo de lámina lamentable mientras -abrazada de tu hermana- la esperas a ella, a tu madre, a la iniciadora de toda niestra familia... un poco de tortillas..un jarro de café...
    suerte!!!

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  5. mi ga, espero a que me cuentes el relato de tus raíces. hazlo allá desde las cumbres andinas, pa que venga con la fuerza del que extraña.

    are, has mencionado el elemento que no podía faltar: el placer de poner la ofrenda cada año creo que se debe al placer de ponérsela a la buena manuela.

    mi karlis, ya lo dijo el moncho aquel, crónica pawer!!!

    inlsinha dos santos, échale un abrazo a la vieja y hazle saber que la queremos tanto.

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  6. Desde niño, siempre he envidiado las raíces. He vivido -hasta ahora- 14 cambios de casa y a diferencia de muchos, no tengo amigos/vecinos con quienes haya compartido algo más que el buenos días antes de ir a la escuela. Además, mis papás fueron la ruptura protestante en sus respectivas familias, por lo que no sé gran cosa de ellos ni de mí como heredero de sus historias. Mi abuelo y mis abuelas -los vivos- no son muy dados al recuerdo, al menos no conmigo. Y bueno, mi otro abuelo, el que ya no vive, el que manejaba trailers, fue huérfano desde los 14. Ya ves, después de todo, siempre hay alguien con menos raíces que tú. Ja
    Supongo que a cambio, a nosotros, los sin raíces, nos pertenece el reino de la invención, la posibilidad de prendernos -pienso ahora en mi formación bíblica/judeo/cristiana- siempre sin gran profundidad -como la mala hierba- en donde se nos pegue la gana, sea real o imaginario ese suelo.

    Y supongo que tu cumpleaños lo celebraremos en la nueva casa. Si necesitan ayuda, me avisan. Después de todo, en eso de las mudanzas yo sí soy un chilango por selección natural

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  7. conque más mudanzas que yo eh! estuve seriamente tentado por el diablo a borrar tu comentario, pero tienes tanta razón que se ha salvado.
    es cierto, de salto en salto, de mudanza en mudanza, apenas hacías un medio amiguito que no te veía feo y ya te estabas trepando al viaje rumbo a la nueva casa.
    eso de ser "el nuevo", te aislaba, pero, como bien has aprendido con el arte de la guerrilla -a salto de mata- también te daba el chance de sentirte el axolotl del cuento, es decir de sentirte de la chingada, pero también de inventarte. por eso creo que ahora, en la nueva casa, me llamaré max power.

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