Para la gente de google, moderno oráculo portador de todas las respuestas, el día de hoy tenemos algo que recordar: se conmemora el 137 aniversario del natalicio de Harry Houdini. ¿Acaso a alguien le importa un carajo? supongo que no encontraron una efeméride más interesante que esa. Ya lo decía el general Videla: un fusilado puede levantar una tolvanera, pero treinta mil ausencias sólo ameritan el beneficio de la duda. Treinta y cinco años después google le da la razón.
*
Como el de los superhéroes, como el de los santos -más parco sin duda-, el universo de los monstruos es infinito, plagado de criaturas fascinantes, aberrantes, imágenes vivas del terror, pero que no podemos dejar de perseguir, y como sucede con el santoral, cada quien se encuentra con su monstruo favorito. El mío lo encontré hace años, y apenas me enteré de su existencia nació una fascinación a primera vista. Cómo sucedía en los tiempos anteriores a la imagen, a mi monstruo lo hallé en la literatura, casi por accidente, la tarde en que tomé un libro de un nombre demasiado grande para un tomo tan pequeño, y desde la primera línea se apoderó de mi imaginación. Hizo brotar en mí un miedo que no sabía que existía, revelándome de un golpe angustias profundas que hasta ese momento desconocía. Mi monstruo no tenía poderes sobrenaturales, no aparecía y desaparecía ni era producto de algún maleficio, no tenía garras ni muchos ojos ni se transformaba a la luz de la luna llena. Bien visto, mi monstruo era más bien muy poquita cosa, feo físicamente aunque dentro de los límites de lo humano; perverso eso sí, pero falto de imaginación; se alimentaba de sangre, a su modo, y se nutría del miedo de la gente, pero no era más que un pobre diablo, unas veces más ridículo que otras. Mi monstruo tenía distintos nombres según la cultura en donde se le encontrara, a veces tenía lentes o bigote, y la única constante era que siempre venía envuelto en un horrendo disfraz verde.
Desde nuestro primer encuentro me ató a él una extraña relación, mitad repugnancia, mitad curiosidad. ¿Cómo este monstruo, me preguntaba siempre, siendo tan poca cosa, tan vulgar, era capaz de tanta atrocidad? Con su montón de secuaces, monstruos menores y grises que siempre le acompañaban, sembraba el terror y la desolación a su paso. Mi monstruo se llamaba dictador.
*
Hay dolores que le duelen a uno sin haberlos padecido, tan sólo por pensar en la simple posibilidad de que a otro le dolió en el vivo pellejo. Uno lee y escucha, se sumerge en el triste mar de testimonios y se pregunta en qué punto se hubiera quebrado, porque jamás hubiera sido capaz de soportar tanto. Sin hablar de la detención clandestina, de la tortura, del encierro, más allá del dolor físico al que la imaginación ni siquiera se atreve a aproximarse, uno simplemente hubiera sido incapaz de soportar el miedo, la desaparición de la compañera, de los hijos, la llamada que te avisa que tu amigo ha muerto, que a fulanito lo levantaron. ¿Quien lo hubiera podido aguantar? ¿quien puede atravesar tanta tristeza y conservar la vida? ¿que caso tendría?
*
Bajo la dictadura argentina Rodolfo Walsh soportó perder a su hija en un enfrentamiento con los milicos. ¿Cómo? Tuvo el valor de levantar el puño. ¿De donde lo sacó? La mujer de Hector Oesterheld, guionista de tiras cómicas y creador del Eternauta, sufrió no sólo el secuestro de su esposo, no sólo la desaparición de sus cuatro hijas y sus yernos, sino además la pérdida de sus dos nietos. "Tengo una familia exterminada... ¿por qué yo estoy viva? no lo sé, es el gran interrogante de mi vida" se le escucha decir más de veinte años después. Puedo entender la ambición y la carencia más absoluta de humanidad de quienes impusieron el terror, puedo aceptar que exista la crueldad recubierta de indiferencia en quienes articularon la barbarie por propia mano, puedo comprender el miedo de quienes sabían que todo esto se daba, día tras día tras día, justo en el sótano de la casa de a lado y preferían volver la vista. Lo que no puedo comprender es cómo Elsa Oesterheld tuvo la fortaleza de seguir viviendo.
Lo que me gusta en el arte es encontrar que alguien realizó algo que yo ni siquiera hubiera podido ser capaz de imaginar. Lo que me llena de ternura de este mar de historias, de una ternura que duele, es conocer, desde mi abrumadora insignificancia y cobardía, cuanto valor cabe en el corazón de quien luchaba, cuanta fuerza encierra el espíritu de quien soporta, cuanta humanidad y dignidad corría por las venas de eso cuerpos destrozados por la picana, la tortura y el encierro.
*
Un guardia un poco más bueno me dejó ir al baño debido a una gran diarrea que tenía. Ahí afané unas hojas de diarios que había y me las llevé a escondidas. Leyéndolas me enteré de la muerte de Chaplin y lo comenté. El viejo se conmovió... dijo que quería mucho a Chaplin.
Uno de los recuerdos más inolvidables que recuerdo de Hector se refiere a la noche buena del '77. Los guardianes nos dieron permiso para quitarnos las capuchas y para fumar un cigarrillo. También nos permitieron hablar entre nosotros cinco minutos... entonces Hector dijo que por ser el más viejo de todos los presos quería saludar uno por uno a los que allí estábamos. Nunca olvidaré aquel último apretón de manos. Hector Oesterheld tenía unos sesenta años cuando sucedieron estos hechos. Su estado físico era muy, muy penoso. Ignoro cual pudo haber sido su suerte. Yo fui liberado en enero del '78... él permanecía en aquel lugar, y nunca más supe de él.
Testimonio de Eduardo Arias.
*
Desde su celda en Campo de Mayo, Videla leyó lo que decía alguien en el diario de hoy: en la Argentina no mataron a treinta mil, mataron a uno treinta mil veces. Ese uno se llamaba Walsh, se llamaba Oesterheld, se llamaba madre y se llamaba hermano y se llamaba... Lo que la memoria defiende del olvido no es la historia de una masacre, sino una sola historia con treinta mil variantes, muchas aún por contar. Ese es su triunfo por encima de la masa de la cifra y del anonimato que olvida. Perdió general.
Pero en algo sí acertó, cuando el 22 de diciembre, en el juicio que le reiteró la perpetua, dijo que libró “no una guerra sucia, sino una guerra justa que aún no ha terminado”. Es cierto general, mientras existan los monstruos, mientras haya quien derrocha y quien no come, quien olvide y quien recuerde, esa guerra justa no terminará.
Entrevista a Elsa Oesterheld:
(parte uno)
http://www.youtube.com/watch?v=EuK5hCIZS00&feature=player_embedded
(parte dos)
http://www.youtube.com/watch?v=vdmw5jBhzaY&feature=player_embedded
No hay comentarios:
Publicar un comentario
diatribas y sombrerazos: el respetable se deja oir