jueves, 22 de julio de 2010

nota para regalo de bodas pincho

Ese regalo sólo se podía salvar con una explicación de por medio:

El hombre de la tienda de talavera me miró con lástima cuando le mencioné mi presupuesto. Seguro pensó que los treinta minutos que le robaría valían más que eso, pero igual se jodió, y mal disimulando la mueca de disgusto me dijo –eso sí, en el tono más amable que encontró- que por esa miseria sólo podía aspirar a un platón o a un florerito, incluso sugirió un platito-reloj que tenía la leyenda “dios bendiga este hogar”. Lo rechacé inmediatamente porque me pareció demasiado ordinario, demasiado anodino para una mujer que quiero tanto. El tipo por supuesto no se rindió y se tiró a fondo hablando de las bondades del florerito: ¡podían colocarlo en cualquier parte! ¡Era el obsequio más práctico! ¡Estaba rebonito! bueno, sí  estaba rebonito, pero sobre todo, ¡era el último recurso que le quedaba a un paria como yo para no presentarse a la boda de su carnalita con la vergüenza de las manos vacías! Esto último no lo dijo pero lo pensó todo el tiempo. Al final del estira y afloje le dije que nel, que no quería llevarme un regalo “práctico”. Quería un regalo especial.
Así, le solté que me llevaría el espejo pequeño –que había visto en la tienda de enfrente- y que gracias por su tiempo. El pobre hombre me miró iracundo, pero aún tuvo el coraje de decir que en la parte de arriba había más floreros, que un espejito era absurdo, casi una porquería inservible pues no lo podrían colgar en la sala por ser tan pequeño. Simplemente era ridículo, el regalo de bodas más ridículo que se podía imaginar.

Varias horas más tarde miro mi espejito y creo que el pobre infeliz tenía razón. Es el regalo más estúpido que mis amigos habrán de recibir. Por eso me veía obligado a agregar esta nota aclaratoria, que de haberles regalado algo práctico como una plancha o un florerito,  de haber siquiera husmeado en la mesa de regalos buscando el salerito y el pimientero, me hubiera ahorrado la pena de escribir.
Tzin, Paco, mi regalo tiene truco. Sirve para maldita la cosa, y acaso en este punto ambos están pensando que les hubiera venido mucho mejor la plancha, el florero o incluso el puto relojito de dios bendiga este hogar. Chance y hasta el Paco ha reprochado ya la ocurrencia de haberme invitado, más aún después de ser el único en ir de jeans y tenis. Pero bueno, les decía que este tal espejito tiene maña, y es que les ruego, les suplico, que sin importar donde lo cuelguen –ojalá lo cuelguen en algún lado-, cada vez que se miren, en un día cualquiera, en medio de la rutina o tras una rutinaria pelea cualquiera, se miren en él y encuentren a una persona dichosa, plena, que ha encontrado a otro ser maravilloso a quien amar, y recuerden que ese es el gran hallazgo. Quiero que se miren y sonrían por ser felices, por ser inmensamente felices. Ese es mi mayor deseo.

Después de aclarar eso, ahora sí puedo entregarles mi verdadero regalo, el que supe les daría desde el primer momento. Tranqui, es aún más estúpido que el espejo y creo que todavía más inútil. Se trata sólo de unas cuantas líneas, que para mí encierran toda la música y el sueño que debe ser esta vida. Sé que ustedes sabrán lograrlo, por eso las pongo en sus manos:

Les deseo que su vida juntos sea un hogar indestructible, que tenga “un sol en cada puerta, una luna en cada ventana y estrellas errantes en los cuartos. Que tenga un laberinto de risas, que su cocina sea cruce de caminos; su jardín, cause de todos los ríos, y ella toda, el nacimiento de los pueblos. Que cada balcón sea una patria diferente; sus muebles florecerán, de sus copas brotarán surtidores, de las sábanas, alfombras mágicas para viajar al sueño.”   
Les deseo que con hilos que unen sin atar “borden servilletas, con iniciales entrelazadas, con ese hilo mágico, irrompible, que hace de dos nombres uno, con el mismo hilo invisible que une la flor con la luz, la manzana al perfume, la mujer al hombre…

Ese es nuestro verdadero regalo, de Elena Garro y mío... ¿Qué diría el hombre de la tienda si se enterara de esto? 

1 comentario:

  1. Seguro no lo entendería.
    ¡Tu regalo es hermoso! Me recordó a un libro de Petrovic que se llama Atlas descrito por el cielo.
    Abrazo nano.

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