jueves, 1 de julio de 2010

ensayo vulgar de noche de año nuevo

                                Decoración de interiores (julio 1.10)

1
Página en blanco de una noche ordinaria. Es terrible llegar a esta noche y que sea tan ridículamente ordinaria, cuando en teoría debía haber sido, si no especial por lo menos más afortunada. Hoy 30 de junio (de hecho ya es mañana 1 de julio pero siempre he creído que los días terminan hasta que uno decide dormir), hoy 30 de junio fue, para mí, el último día de una década. Iré a dormir y mañana, cuando despierte, tendré 30 años. ¿Son pocos? ¿son muchos? son tan pocos para tener un espíritu tan avejentado, son tantos que resulta penoso no haber logrado absolutamente nada. Todo es relativo.

Desde hace algún tiempo sabía que sería difícil dar este cambio de década, después de todo los 30 son como el momento crucial, el border después del cual uno se convierte en un adulto joven o en un joven ya viejo, según lo obtuso que cada quien sea para verlo. No sé bien a bien como se aprende eso, pero creo que en el imaginario colectivo (desde la clase media baja alta hasta la élite) los 20 son para vivir la chaviza a plenitud, son diez años en que uno puede seguir haciendo estupideces de chamacos pero con el varo para hacerlas correctamente, pues se supone que ya se cuenta con trabajo. Los 20 son cruciales: son el fin de la licenciatura, la incorporación en el abyecto mundo laboral, tal vez la buenaondés pequeñoburguesa de una maestría con bequita; son los años de la independencia y del comienzo de la vida en pareja, cuando la selección natural nos hace el paro de acomodarnos en algún lugar. Los 30 entonces, son un nuevo episodio, donde uno se dedica a incrementar lo obtenido, a ambicionar cada vez más una vida cómoda. Es cuando la banda comienza a deshacerse de las consignas y a orientar los pasos por el resplandor del oro. La gente normalmente se casa -los pocos que aún no lo han hecho- y tienen hijos -los aún más escasos que no los han tenido-. Los 30 es cuando se distingue con claridad, según el canon del darwinismo social, el mundo de los triunfadores, esos que tienen casa, pretensiones, nave y esposita con crío(s), de los que no lo son, los eslabones primarios de la cadena alimenticia, que no tienen en qué caerse muertos, sin trabajo, sin relaciones firmes, sin nada. La mía claro, es la fila b.

3
Esta noche es como una noche de año nuevo, pero con la diferencia de que en lugar de hacer balance de un año se hace de diez, que no hay uvas ni alcohol y que a nadie más le importa un carajo. Por eso es tan patético llegar a ella en condiciones tan vulgares, sentado a la madrugada frente a la compu escribiendo cosas absurdas, como es costumbre. Comprendo que lo que pesa no es ver como transcurren los años, sino darse cuenta de lo poco que se ha conseguido en ellos. Pesa mirarse en el espejo y tener que desviar la mirada al encontrar un reflejo tan ajado y gris. En estos diez años fui feliz, pero de un tiempo para acá el espíritu se me avinagró y se me hizo mucho más mezquino. Acumulé  algunas decepciones, cumplí nuevas derrotas, me envilecí y le fallé a seres queridos, aunque no di el panzonazo ni he perdido el cabello, así que supongo no me puedo quejar. Terminé una licenciatura y cursé una maestría, es decir soy el mismo pobre pendejo que era hace diez años pero con más noches perdidas en trabajos inútiles. Mi riqueza se reduce a un puñado de libros arrumbados en cajas, un par de tazas y un cenicero; mi reino es tan vasto como una mesa de café y un rincón en la habitación de mi hermanito, en la casa de mi madre a donde vine a encallar después del naufragio. Joder, ni siquiera tengo el beneficio de un espacio propio donde rumiar mis frustraciones. Los números más que rojos son ridículos, por eso es mejor no perder el tiempo en balances.

4
Este año nuevo no hay nada que celebrar. Creo que la vida no se mide en días y mucho menos en indicadores tan vanos como las posesiones, sino en buenos momentos y en personas con quienes se cultivan cariños. Por eso el recuento es lamentable, pues perdí a tanta gente, amigos que quise mucho y que el viento barrió como hojas secas. Perdí un montón de cartas y algunos abrazos. Entre mis errores, mi manera pueril de querer y mi falta de miras perdí un amor, uno que simplemente no podía darme el lujo de perder. Por encima de todo, perdí a mi viejita, a mi natalia, y con ella se me fueron los últimos despojos de alegría.

Con tantos adioses, con cada persona que he extraviado en el camino, he perdido una parte buena de lo que alguna vez fui, y ahora sólo queda esto. Miro atrás y encuentro que mis huellas se han perdido y que para algunos he sido tan digno de olvido. En algún punto di una vuelta equivocada y lo extravié todo. La esperanza, la imaginación, la curiosidad, la necedad, todo se volvió nada. Así llego a esta noche, en la que sólo me importa agradecer a unas cuantas personas que han permanecido aquí y que no leerán esto (sólo ga mantiene la generosidad de perder el tiempo en leer esto). Gracias, porque sin ustedes me interesaría muy poco despertar mañana.