Esto de la enfemedad pone en evidencia una amplia gama de cosas que privan en nuestra cultura, entre ellas, el juego de la aldea global.
La epidemia nos echa en cara una de las grandes paradojas de la posmodernidad: la información disponible es abrumadora, inabarcable, pero cada vez sabemos menos. Los sesudos especialistas, los informadores y el aparato de Estado no dejan de hablar del tema, pero no dicen nada. Sabemos cuantos casos van en España, Estados Unidos o Canadá, pero no sabemos con certeza que diablos pasa en nuestra ciudad
La opinión pública naufraga en un océano de cifras (al momento, según un secretario de salud al que no se le entiende nada, son 2500 los enfermos y 150 caídos) y en un mar de opiniones, encontradas, ambiguas y a menudo contradictorias. Ante esto, una de las reacciones naturales es el escepticismo: por qué habría de creer en lo que dicen autoridades que no tienen ni migajas de credibilidad ni autoridad moral. Las actitudes ante la epidemia revelan el triste grado de descomposición que priva en nuestra clase política.
En el chat y desde Puebla, María ni siquiera me pregunta cómo estoy, y cuando le pregunto si está tomando precauciones, responde burlonamente que el cubrebocas es para los idiotas que se creen el cuento de la epidemia. Para ella, la epidemia es un artilugio para distraer la atención del peso de la crisis. En la calle, uno se encuentra a muchísima banda que el tapabocas se lo pasa por el arco más chaparro. En un micro lleno, digamos que el 70 % de los tripulantes portaba tapabocas, pero de ellos, más de la mitad lo traía al cuello o en la frente. Para mí, esto habla de la fuerte dosis de incredulidad que inocula a mucha de la chilanga banda.
Como respuesta a la ineficiencia habitual de los servidores y funcionarios públicos, al total descrédito de los medios de comunicación, y a los vicios de la información por toneladas, surge el rumor: Virgilio, mi vecino, me cuenta francamente asustado, que esto de la epidemia es más serio que lo que las cifras y los medios cuentan, pues una conocida que trabaja en una clínica del seguro jura y perjura que tan sólo ahí van 150 defunciones. Una historia similar me cuenta el chompa para el caso de la poblanía. Al respecto cito la editorial de hoy de La Jornada: "La falta de transparencia en la infromación oficial constituye, en la actual circunstancia, un factor de riesgo adicional para la salud pública".
El rumor, hijo bastardo de la desconfianza y hermano del miedo, también es un bicho que se transmite de boca en boca, pero es más poderoso que la propia enfermedad.
Pues para ser un distractor de la crisis, creo que está agudizando la crisis, ¿no crees? Es decir, tienes razòn al hablar del descrèdito y la ambiguedad de la informaciòn (que yo constaté, con mis propio ojos, hasta ayer). En efecto, todo es muy raro. Pero de eso a que sea un invento para distraernos de la crisis... dile a María que con todo respeto no mame.
ResponderEliminarGracias por tus posts amor, realmente en tu blog me enterò más y mejor que en cualquiera de los otros medios.
¿Te fijas que en estos dìas tú y yo nos dedicamos a postear? Yo pensé que sería un mal generalizado, que todo mundo estaría escribiendo, pero no... ¿qué hacen entonces los demàs? Se me hace rarísimo.
Besos y más besos
sí, estoy de acuerdo totalmente, la postura de la maría me pareció errónea y corté la conversación. ni hablar, es reflejo de un montón de cosas.
ResponderEliminarsipi, pinches totoles en blog. el ocio es canijo.
oye los niños no dejan de preguntar por ti. josué me pidió que te dijera que te extrañan.
Ay ya! busquen un hotel!
ResponderEliminarmucho mucho amor no?? pues miren el siguiente sitio:
http://www.elgolfo.info/web/vidadiaria/37498-responsabilidad-sexual-ante-contingencia-sanitaria.html
jijij
un abrazo a ambos
Ya vuelve a escribiiiir!!!
ResponderEliminar